“¿Por dónde queda el mar?” gritan las aves, y tú no sabes dónde está la estación
de los sentimientos aceptables. Sólo hay sables en cualquier situación.
Brota la sangre por lugares a los que acudías a encontrar curación.
Nada de lo que había ya te vale. Es que nada se mueve menos tu posición.
Máscaras de yeso que se rompen al caer sobre el suelo mojado.
Lágrimas que nacen de la pared, de miedo y de enfado.
Lámparas que enciendo para ver dentro de mí
cáscaras que el tiempo no deshace y el agua sí.
Hay un diluvio en el jardín.
Iba a escribir un reggae pero me ha salido un fado.
Voy sin timón y la noche como faro.
Mirarse en el espejo a veces sale caro y hoy
tiene un reflejo raro. Veo un cobarde al otro lado.
Con poco hielo y mucho grado.
Cascadas en los ojos que desbordan el vaso.
Terremoto, cenizas y colapso.
Tormenta eléctrica en este cielo raso.
La luz ausente al inicio de mi ocaso.
Tiembla la tierra y las flores en los brazos.
Quise una hostia y tú me diste un abrazo.
¿Por dónde queda el mar..?
Tu rabia es un océano y yo soy un pecio.
¿De mi saudade quién paga el precio?
Soy generoso en la alegría y el aprecio
pero soy un egoísta de la ira y el cansancio.
A veces duele la verdad más que el engaño,
meses duran horas y segundos duran años.
Mejillas que se empapan encerradas en el baño.
¿Cómo causar el menor daño?
¿Por dónde queda el mar..?
Duele cuando tocas, cuando cantas, cuando escribes también y
hay escarpias en la piel. El folio es un espejo blanco que te refleja fiel,
no puedes mentirle al papel. Toco, canto, escribo cuando duele y si no duele también,
yo no esquivo picaduras para sacar la miel. Así me siento vivo y mancho el mantel.
Quererse tiene su aquel.